Del Liderazgo corporativo al liderazgo sororo de las mujeres defensoras de derechos y migrantes

Autora: Silvina Monteros Obelar ESCODE – UGR RED LATINAS   Planteamientos epistemológicos y teóricos sobre liderazgo La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define la palabra líder como aquella “persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad”, o bien como “persona o entidad que va a la cabeza […]

Autora: Silvina Monteros Obelar

ESCODE – UGR
RED LATINAS

 

Planteamientos epistemológicos y teóricos sobre liderazgo

La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define la palabra líder como aquella “persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad”, o bien como “persona o entidad que va a la cabeza entre los de su clase, especialmente en una competición deportiva”. Además, añade como sinónimos los siguientes: jefe, caudillo, cabecilla, paladín, cabeza, adalid, campeón, ganador, primero…, todos en masculino, denotando el carácter sexista de la RAE.

El vocablo líder deriva del inglés leader, que significa “guía” y del germánico leaden, que en su forma verbal alude a la acción de caminar o viajar llevando a alguien de la mano. Estas acepciones se muestran más complejas y amables que las de dirigir o mandar, porque si bien incluyen la idea de encabezar, da a esta acción un tono más relacionado con orientar. Por tanto, mi opinión es que el término líder se inclina más hacia una jerarquización en sus acepciones del español, perdiendo su perspectiva más pedagógica, a la que alude la definición anglosajona o germánica.

Existe una línea de investigación lingüística, que plantea la hipótesis de que la palabra líder tiene también una raíz latina, con génesis en el vocablo lid, que a su vez proviene de lis-litis, cuyo significado es “querella, disputa, pleito, proceso”. Si bien esta línea de análisis es la más discutida, me resulta interesante traerla a colación, ya que de ella se deriva la palabra lidia y su verbo lidiar, cuya definición es “batallar”. Por otra parte, entre las distintas acepciones de la palabra querella, destaca la que la define como “expresión de un dolor físico o de un sentimiento doloroso”. Es decir, que lidiar no es solo batallar, sino que esa batalla va acompañada o se inicia por un dolor. Si seguimos esta deriva lingüística, la figura del líder no es solamente la de alguien que encabeza, guía, orienta y acompaña en el camino, sino también la de alguien que pone el cuerpo en la batalla, que asume un riesgo y toma una posición, probablemente porque está enteramente implicado, de cuerpo y alma, en una causa que le afecta (le duele).

Los debates teóricos sobre el liderazgo, emergieron de los estudios políticos y sociológicos. En este marco, existen múltiples enfoques que definen a quien ejerce el liderazgo como alguien que genera contextos y congrega a una red; alguien que sirve a los demás y que utiliza sus habilidades para el logro de metas de una organización; alguien que quiere alcanzar resultados compartidos con sus seguidores/as; alguien que estructura el poder de un grupo, a través de las relaciones con sus miembros, entre otras ideas. En esta polifonía de definiciones, se pueden encontrar puntos en común: el liderazgo está personalizado, estructura un poder jerarquizado y aparece un binarismo entre líder y seguidores/as. Sin embargo, conviene destacar algunas ideas interesantes en esta enumeración: la de liderazgo como servicio y como puesta a disposición de un saber o de habilidades para generar logros compartidos.

Otras teorías sobre el tema intentan comprender cómo los líderes influyen en sus seguidores/as y qué características tienen. Algunas de estas plantean que los líderes tienen cualidades innatas, como el carisma, la inteligencia o la valentía, pero otras argumentan que las cualidades del liderazgo se aprenden, a través de la observación y la práctica orientada a la tarea. También se expone que los liderazgos surgen en épocas de crisis o de necesidades de transformación, siendo los líderes portavoces del cambio social. Estas ideas confluyen con las perspectivas situacionistas, que exponen que no existen liderazgos universales y que los estilos dependen de las circunstancias de cada situación. Las teorías del intercambio centran su atención en las relaciones que se generan a partir de los liderazgos, las que existen entre las personas que lo ejercen y el grupo, entre los miembros del grupo con otros grupos, o entre el líder con agentes externos de influencia. En esta línea, se destaca la importancia de la calidad de las relaciones interpersonales en el liderazgo. Por su parte, la teoría de las metas, centra su atención en los objetivos del grupo, que proporcionan la dirección hacia dónde quiere llegar, y sobre los que el líder ofrece una orientación y un apoyo, pero al mismo tiempo tiene una participación activa en la tarea (Rivas, 2020)

Las teorías más contemporáneas relacionan los liderazgos con los estudios sobre los movimientos sociales (Tovar, 2004) En esta línea, se propone que las acciones colectivas conforman un sistema complejo, donde tienen lugar las dinámicas de poder, y el liderazgo emerge en las interacciones. Otros autores sostienen que los movimientos sociales construyen marcos interpretativos para dar sentido a la realidad, marcos que movilizan a la gente hacia el cambio social cuando hay inconformismo. Así, el liderazgo se relaciona con la capacidad de articular y comunicar estos marcos de manera efectiva y orienta hacia estrategias que apuntan al cambio, sobre todo cuando se trata de resolver problemas complejos. El liderazgo así entendido, representa un cuestionamiento de las normas existentes y la búsqueda de un cambio profundo.

Como se puede observar, los análisis sobre el liderazgo han ido variando desde planteamientos estáticos y personalizados sobre la figura del líder, con atributos específicos, hacia planteamientos en los que se habla de liderazgos como procesos situados y dinámicos, que emergen en las interacciones de un grupo, ante la necesidad de un cambio o una transformación. En este sentido, los liderazgos son contingencias no esencias. Esto quiere decir, que para ser tal, no permanece en el tiempo en representado por una misma persona.

Perspectivas feministas sobre el liderazgo

Las diferentes teorías feministas han abordado la cuestión del poder desde distintos ángulos, siendo un tema central de sus análisis y reivindicaciones. Inicialmente, los feminismos han visibilizado las desigualdades, poniendo el acento en las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres sin plantearse directamente la cuestión del orden social, político y económico establecido, que generaba dichas desigualdades.

A partir de los años sesenta, surgen cuestionamientos sobre las estructuras de poder y sobre la capacidad de los órganos de poder tradicionales para representar los intereses de las mujeres (Berbel, 2014) En este punto, emergen posturas diferenciadas, entre las que destacan las que apuntan hacia la generación de una estructura por fuera del sistema basada en los “valores femeninos” y en la ética del cuidado. Sin embargo, estos planteamientos han sido objeto de críticas por esencializar los atributos femeninos, lo que, a la larga, reproduce posiciones subalternas para las mujeres.

Otras posiciones defendieron y defienden la necesidad de que las mujeres participen en los órganos de poder para lograr cambios desde dentro y en pos de sus propios intereses. Esta posición se inscribe en un marco amplio de reivindicaciones basadas en la perspectiva de género, que no renuncian al poder, aunque entienden que éste debe basarse en la igualdad entre hombres y mujeres. En esta línea, surgen las demandas sobre la paridad política, la erradicación del techo de cristal, la corresponsabilidad o el papel de las mujeres en la economía. Estudios que siguen esta perspectiva feminista señalan que existen factores internos y externos que obstaculizan los logros de las mujeres para alcanzar posiciones de poder: socialización en roles femeninos que inducen a elecciones profesionales feminizadas, escaso liderazgo de las mujeres, peso de la maternidad, así como un sistema patriarcal que establece estatus diferenciados entre hombres y mujeres.

En este marco, ha tenido lugar un debate sobre la forma en que las mujeres ejercen el liderazgo, analizando el fenómeno de la mimetización de ciertas mujeres en el poder con los estilos de liderazgo masculinos, por un lado, o sobre el surgimiento de modelos de gestión más cooperativos y sensibles, cuando los liderazgos son ejercidos por mujeres, por otro (Berbel, 2014) En esta última línea, se retoman los argumentos sobre los “valores femeninos”, que exaltan las características femeninas asociadas al liderazgo, como la sensibilidad, la negociación, la prudencia, la intuición, la emotividad o la resolución de conflictos, presentados en clave de superioridad, lo que, una vez más, se inscribe en la idea de mujer como esencia (no como una construcción) y en el binarismo sexo-genérico (Ibídem.)

En estos debates sobre los liderazgos femeninos se pone el foco de manera excesiva en cuestiones relacionadas con la promoción de la autonomía y la capacidad de elección de las mujeres, lo que los sitúa en el marco de los ideales individualistas neoliberales: la mujer hecha a sí misma. Dentro de esta visión, se encuentran algunas interpretaciones que se hacen de la idea de “empoderamiento” femenino, entendido como un proceso individual y lineal, que pone el peso en las decisiones de cada mujer.

Existen problemas derivados de los planteamientos anteriores, tanto si exaltan los valores femeninos como si apuntan hacia una “toma del poder” dentro del orden establecido. El primer problema tiene que ver con que, pese a las grandes diferencias entre los postulados feministas expuestos, estos no evitan caer en una idea homogénea de mujer. El segundo, es el de la individuación de los liderazgos, ahora en la figura de una mujer, lo que apuntala el binarismo sexual. En tercer lugar, ponen demasiado el peso en la autonomía de las mujeres y menos en las interdependencias, que son fundamentales en los procesos colectivos. Por último, aluden al género como la única o la principal categoría para explicar la dominación hacia las mujeres.

Feminismos decoloniales y liderazgos latinoamericanos

Desde los feminismos decoloniales se pone en cuestión la esencialidad y universalidad de la idea de mujer, así como de la categoría de género como explicativa, por sí sola, de los mecanismos de dominación. Emerge, en este contexto, la herramienta teórico-práctica de la interseccionalidad, que permite entender cómo el género es intersectado por otras categorías como la raza o la clase social, que determinan posiciones subalternas para los sujetos definidos como mujeres, cuando son racializados, migrantes o pobres. La interseccionalidad permite analizar cómo funciona el poder y en qué posición coloca a los sujetos según un cruce indisociable de categorías sociales. Desde este punto vista, el liderazgo personal, carismático y pedagógico deja de cobrar sentido, para pasar a ser una triste figura sostenida por el orden social existente, patriarcal y colonial, en la medida en que cristaliza el poder, situándolo en posiciones superiores.

Los feminismos decoloniales incluyen análisis sobre los liderazgos indígenas, de las defensoras por los derechos humanos y medioambientales o de las lideresas, cuestionando las visiones tradicionales sobre el liderazgo como cristalización de un poder jerárquico, y relacionándolo más con el servicio a la comunidad, en el que el poder se distribuye y circula. Así, el liderazgo es una posición, un lugar, que condensa y expresa temporalmente las proyecciones y expectativas de un colectivo; emerge ante una inconformidad, una querella, pero no está obligado a aparecer, ni tampoco a persistir en el tiempo. El liderazgo traduce una necesidad y la transforma en un discurso aglutinador y en una tarea hacia un cambio. Su objetivo principal es la defensa de los derechos humanos, del territorio y el medioambiente, y la lucha contra todo tipo de violencias, especialmente la de género y la institucional. Aunque el liderazgo se represente o imagine en la figura de una persona, lo que traduce es un sentimiento colectivo y la defensa de una vida digna y justa para para todos sus miembros, en armonía con el ecosistema. Esto implica una revuelta contra todo intento de silenciamiento, explotación laboral, expoliación del territorio, borrado cultural y lingüístico, injusticia social y violencias.

Según los estudios realizados sobre el tema (Ministerio de Justicia y del Derecho de Colombia, 2020), algunas de las acciones que desarrollan las lideresas son:

  • Velar por el bienestar de una comunidad.
  • Liderar campañas de reivindicación de derechos.
  • Transformar ideas, creencias y prácticas sociales e institucionales contrarias a los derechos de las mujeres.
  • Movilizar socialmente para defender y transformar comunidades y territorios.
  • Acompañar a otras mujeres y sus familias en procesos de exigibilidad de derechos.
  • Realizar labores de incidencia política y jurídica para buscar transformaciones en las políticas o programas sociales.
  • Brindar orientación y capacitación, formación o sensibilización para prevenir la vulneración de derechos.
  • Aportar a la construcción de políticas públicas en favor de los sectores que defienden.
  • Investigar casos de vulneración de derechos, reuniendo información o presentando informes.
  • Brindar apoyo a las víctimas de violaciones de derechos humanos.
  • Exigir la rendición de cuentas y el fin de la impunidad.
  • Contribuir a la aplicación de tratados internacionales en materia de derechos humanos y medioambientales.
  • Exigir el respeto por los derechos civiles y políticos, velando por ejercicio de la ciudadanía.
  • Exigir condiciones de vida digna y el respeto por la diversidad, la biodiversidad, el territorio y el ecosistema.
  • Defender los derechos de los y las trabajadoras.
  • Defender los derechos de las personas migrantes y sus familias.
  • Defender el patrimonio inmaterial de las culturas.
  • Denunciar las violencias en todas sus formas y exigir la memoria histórica y la reparación.

Algunos ejemplos de liderazgos en Latinoamérica son:

  • Rede Vozes Negras pelo Clima, de Brasil: es una iniciativa conformada por 11 mujeres negras brasileñas, quienes trabajan en sus respectivos territorios para proteger los derechos humanos, enfrentar el racismo climático y promover una justicia socioambiental antirracista.
  • Mariposas libres, Honduras: mujeres que se han unido en una red para combatir la violencia de género. La red congrega a 400 afrocaribeñas que encaran juntas el maltrato en sus comunidades en el país con la mayor tasa de feminicidios de América Latina.
  • Nemonte Nenquimo, Ecuador: activista y lideresa del pueblo Waorani, que detuvo la extracción de petróleo en la selva ecuatoriana, con lo cual se logró la protección de 200.000 de hectáreas de la Amazonía, lo cual salvaguardó vidas y medios de subsistencia y estableció un precedente legal para los derechos indígenas regionales.
  • Magaly Belalcázar, Colombia: una de las lideresas campesinas de la Amazonía de Colombia. Hace más de siete años fundó la Plataforma de Mujeres para visibilizar las barreras que impiden que las mujeres tengan acceso a los títulos de propiedad y demandar soluciones integrales que respeten sus proyectos de vida, así como los derechos del medio ambiente.
  • Fernanda Falcão, Brasil: es una mujer trans, que ha destacado por su activismo por los derechos de las personas trans y contra la trata de mujeres cisgénero y trans con fines de explotación sexual. En 2022, tras sufrir dos intentos de asesinato, se exilió en España. Ha sido una de las voces brasileñas prominentes en denunciar los ataques de odio de los grupos de derecha contra la comunidad LGBTQ+, que aumentaron significativamente durante la presidencia del ultraconservador Jair Bolsonaro (2019-2022).
  • Berta Cáceres, Honduras: fue una prominente lideresa indígena, cofundadora y coordinadora general del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), asesinada en 2016 por su oposición a la construcción del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca, una represa en el río Gualcarque, que es un lugar sagrado y vital para las comunidades nativas de esa zona del noroeste hondureño.

Riesgo y protección de las lideresas y defensoras de derechos humanos y medioambientales

El informe Global Witness (2024) arroja que entre 2012 y 2023 se registraron 2.106 asesinatos de líderes/lideresas y defensores/as en todo el mundo. Casi el 80% de los asesinatos fueron en América Latina. El país con mayor número de asesinatos fue Colombia, donde se perpetraron 461 durante ese período, seguido de Brasil con 401. Destaca también México con 203 casos y Honduras con 149. En el continente asiático, Filipinas es el país con mayor número de asesinatos (298) y la India con 86. En África, destaca República Democrática del Congo, con 74 crímenes. El informe también señala, que más de 1.500 de los crímenes a defensores/as ocurrieron a partir del 2015, cuando se adoptó el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Detrás de muchos de estos crímenes, se encuentran las industrias extractivistas, entre las que destacan las mineras, petroleras, de la pesca y la tala de árboles.

La vida y la integridad de las personas líderes/lideresas y defensoras, así como su dignidad y sus bienes están protegidos por las normativas nacionales, que han ratificado la Carta Fundamental de Derechos Humanos. Existe una amplia normativa internacional que vela por su seguridad, pero destaca la Resolución 68/181 de 2013 de Naciones Unidas, sobre Promoción de la Declaración sobre el derecho y el deber de los individuos, los grupos y las instituciones de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales universalmente reconocidos: protección de las defensoras de los derechos humanos y los defensores de los derechos de la mujer[1], que estipula las siguientes medidas, entre otras:

  • Resaltar la discriminación y violencia sistémica, que de forma estructural enfrentan los/las defensores/as de los derechos humanos y de la mujer (punto 5).
  • Instar a los Estados a que reconozcan públicamente el importante y legítimo papel que desempeñan los/las defensores/as de los derechos humanos y de la mujer (punto 7).
  • Exhortar a los Estados a que actúen con la diligencia debida para prevenir las violaciones y los abusos, medidas prácticas encaminadas a prevenir las amenazas, el acoso y la violencia contra los/las defensores/as de los derechos humanos y de la mujer. Esto debido a los riesgos especiales que enfrentan (punto 9).
  • Subrayar el principio de independencia del poder judicial y la necesidad de que existan garantías procesales de conformidad con las obligaciones establecidas en el derecho internacional de los derechos humanos (punto 11).
  • Instar a los Estados para que fortalezcan y apliquen las medidas jurídicas, normativas y de otra índole que promuevan la igualdad entre los géneros, el empoderamiento de las mujeres y su autonomía, que fomenten y protejan su igualdad de participación, plena actuación y liderazgo en la sociedad (punto 14).
  • Exhortar para que los Estados se abstengan de realizar actos de intimidación o represalia contra los/las defensores/as de los derechos humanos y de la mujer que cooperen, hayan cooperado o traten de cooperar con instituciones internacionales, así como contra sus familiares y asociados y a que aseguren la protección adecuada contra estos actos (punto 17).

En el mismo sentido se expresan las Directrices sobre la Protección de los/las Defensores de los derechos humanos, publicadas por la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE, que buscan apoyar a los Estados participantes en el cumplimiento de sus compromisos en el ámbito de la dimensión humana relacionados con la protección de los y las defensores/as de derechos.

Muchas lideresas y defensoras de derechos humanos y medioambientales solicitan protección internacional, debido al riesgo que corren en su vida y su integridad. En el caso de España, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) desarrolló una iniciativa para apoyar a las personas y organizaciones que defienden los derechos humanos en América Latina y el Caribe denominada Mecanismo de Apoyo para las Personas Defensoras de los Derechos Humanos, cuyo objetivo es apoyar de forma efectiva a las personas defensoras de derechos humanos, a sus familias y comunidades en situación de riesgo, así como el apoyo a profesionales cuyas actividades redunden en una mejora de la calidad de la democracia, para que puedan desarrollar su trabajo o continuar su formación en un entorno seguro. Entidades como Amnistía Internacional o CEAR cuentan con programas de apoyo específicos para estas personas.

Cabe señalar, que algunas de estas iniciativas de protección de los y las defensores/as enfocan su atención en los derechos humanos desde una perspectiva antropocéntrica e individualista. Es decir, centrada en las necesidades de los seres humanos, y dejan, en un segundo plano, la protección de los derechos de las comunidades y del medioambiente, que son derechos de tercera generación. De ahí la importancia que la perspectiva decolonial da a las comunidades indígenas, al territorio y a la biodiversidad, como entes en sí mismos a ser protegidos; labor que asume una parte importante de líderes y lideresas, defensores y defensoras.

Activismo migrante en España: lideresas y defensoras de los derechos de las personas migradas

El activismo político de las personas migrantes en España tiene un largo recorrido. Muchas personas que eran defensoras de derechos, activistas, opositoras o políticas en activo migraron por diversos motivos, desde los económicos, formativos o familiares, e incluso para huir de sus países de origen debido a la persecución y el riesgo para su vida o su integridad. Otras personas hallaron en España la motivación para participar activamente en la vida cívica y política del país, y los motivos aglutinadores han sido varios, destacando las reivindicaciones por la regularización administrativa o las de dignificación del empleo de hogar. Ejemplos de liderazgos migrantes son el Movimiento de los y las Sin Papeles de los años 2000, que surgió por una coordinación estatal de varias movilizaciones de personas migradas en diferentes ciudades; el Grupo Turín, una plataforma que surgió para reivindicar la ratificación del Convenio 189 de la OIT sobre trabajo decente para los y las trabajadoras del hogar y congregó a colectivas, asociaciones y sindicatos como Territorio Doméstico, SEDOAC, Mujeres que Crean, APAMUAC, Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe en España, Cooperativa Las Victorias, , USO, UGT, CGT , AMUINCA, Asociación de Trabajadoras del Hogar de Sevilla, Eje de precariedad y Economía Feminista, Brujas Migrantes, Asociación socio cultural «Nosotras» por los cuidados y el empleo de hogar (Granada) o Abierto Hasta el Amanecer S. Coop. Mad.

En 2010, nació la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe de España, que aglutina diversas asociaciones lideradas por mujeres migradas en todo el Estado, como Amalgama, SEDOAC, ACCOES, Brujas Migrantes, La Comala, ESCODE, Malen Etxea, Mujeres Pa’Lante, Por Ti Mujer, Mujeres Supervivientes, MMAAE, REDHMI, Movilidad Humana, entre otras. La Red Latinas ha sido posible gracias al liderazgo de la Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos (AIETI), formada también por mujeres migradas, que vieron en la fuerza de la unión, la potencia y la estrategia para la acción.

En el contexto de Andalucía, cabe mencionar al Grupo Motor Aliadas, promovido por Alianza por la Solidaridad y formado por la Asociación de mujeres Socio Intercultural de Andalucía ASIA, Asociación de Mujeres Migrantes por la Igualdad (AMMI), Asociación por la igualdad de Género La Colectiva, Asociación latinoamericana Huelva para todos y todas, Asociación Mujeres cuidadoras sin papeles de Igualeja, Grupo Artemisa Migrante y refugiada, Asociación Venezolanos Amigos del Mundo AVAM, Asociación de mujeres migrantes y refugiadas Tierramatria, Colectiva Nunca más sin Nosotras, entre otras.

Cabe nombrar a la plataforma RegularizaciónYA, un movimiento estatal auto organizado migrante y antirracista, articulado para demandar la regularización de más de 500.000 personas migrantes en situación de irregularidad administrativa en España y cuya reivindicación ha llegado como Proposición No de Ley al Congreso de Diputados en 2020.

Algunas de las demandas de estas redes y plataformas son:

  • Promover la participación activa, cívica y política de las personas migrantes.
  • Demandar el reconocimiento de los derechos de ciudadanía, independientemente de la situación administrativa.
  • Abolir las desigualdades que plantea la Ley de Extranjería.
  • Demandar una vida libre de violencias para las mujeres migradas.
  • Demandar la protección de las personas migradas ante los riesgos en los trayectos migratorios, especialmente de las mujeres y los niños y niñas.
  • Exigir derechos para las empleadas de hogar y de los cuidados.
  • Exigir la abolición de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE).
  • Demandar el reconocimiento de las profesiones y titulaciones de origen de las personas migradas.

De las experiencias de liderazgos migrantes en España, cabe extraer importantes aprendizajes, que complejizan el concepto:

  • Aparecen ante una necesidad de cambiar el orden de las cosas, una injusticia, una violación de derechos. Por tanto, se trata de una revuelta.
  • Están representados temporalmente en la figura de personas concretas, pero solo como portavoces de ideas generadas en lo colectivo. Estas representaciones, además, se superponen, sustituyen, alternan o decaen de una manera dinámica.
  • No son totales, es decir, no representan ni a todo un colectivo ni a todo un programa, sino que se especializan en funciones dentro de un engranaje más amplio de activismos.
  • Prevalece el liderazgo basado en la tarea y el trabajo, sobre el liderazgo de la representación unipersonal.
  • Son reticulares.
  • Integran espacios de cuidado y sororidad.
  • Establecen alianzas potentes con colectivas y asociaciones españolas, que permiten la circulación de información, apoyos, recursos y saberes de diversa índole. Las alianzas entre activismos migrantes y autóctonos han permitido un aprendizaje mutuo y amplificar las reivindicaciones.
  • El papel de las mujeres migradas y refugiadas ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia en estos procesos, dando cuenta de que lo personal es político.

Reflexiones finales

Los liderazgos de las mujeres migrantes y refugiadas cuestionan la visión tradicional de liderazgo, al ser reticulares y rotativos, basados en la implicación y el trabajo arduo, en la confianza mutua, la colaboración y la horizontalidad de las relaciones. Se trata de un liderazgo al servicio de la justicia social. Muchas mujeres migradas y refugiadas provienen de movimientos sociales que luchan por sus territorios, la biodiversidad y los derechos de sus pueblos en sus países de origen. Algunas fueron importantes activistas o defensoras de derechos humanos o medioambientales; han experimentado peligros para sus vidas o la de sus familiares, o han visto los impactos del cambio climático en sus hábitats. Han migrado a España en pos de unas mejores condiciones de vida, pero también para amplificar sus denuncias internacionalizándolas. En España, han vivido nuevas crisis, como las económicas, pandémicas o climáticas; también, en muchos casos, la explotación laboral, el racismo o la incomprensión. Sin embargo, han generado espacios de cuidado, intercambio, colectivización y politización, que han dado lugar a importantes logros en materia de reconocimiento de derechos de las personas migrantes y refugiadas. Se puede afirmar que hay un sujeto político migrante con voz propia.

Para terminar, me gustaría exponer lo que considero que son las claves de un liderazgo horizontal, que permita que dicho sujeto político sea colectivo:

  • Está situado en un contexto y tiempo concreto.
  • Es un proceso dinámico.
  • Conoce cómo funciona el orden social desigualitario, comprende sus complejidades y analiza críticamente las causas de la injusticia (es querellante)
  • A partir de ello, construye colectivamente una ruta a seguir en pos de justicia social.
  • Se asegura que nadie se quede atrás.
  • Permite que circulen los saberes, el poder, las responsabilidades y las obligaciones.
  • Está al servicio de la comunidad.
  • Cimienta la confianza mutua y la colaboración.
  • Implica un proceso continuo de aprendizaje.
  • Identifica colectivamente las estrategias de acción.
  • Pone el cuerpo, está comprometido.
  • No tiene por qué estar encarnado en una persona en particular, también puede lograrse mediante un conjunto de personas, en el que cada una ejerce funciones especializadas, que se engarzan de forma coordinada para un fin común.

 

Referencias

Bebel Sánchez (2014). Liderazgo y género: Análisis de las divergencias conceptuales y sus efectos en la teoría y práctica feminista. En Quaderns de Psicologia, Vol. 16.

Global Witness (2024). Voces silenciadas. La violencia contra las personas defensoras de la tierra y el medioambiente. Edición propia, disponible en: www.globalwitness.org

Ministerio de Justicia y del Derecho de Colombia (2020). Cartilla sobre LIDERESAS Y DEFENSORAS DE DERECHOS HUMANOS PARA GESTORES DE JUSTICIA. Edición propia, disponible en: https://www.minjusticia.gov

OSCE (2016). Directrices sobre la Protección de los Defensores de los derechos humanos. Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE/ODIHR 2016.

Tovar Mendoza, J. (2004). Apuntes sobre la categoría “liderazgo” aplicada a la teoría de los movimientos sociales. En Debates de Sociología, Nº29.

Rivas, G. (2020). Etimología polifacética del liderazgo.  En Gestión I+D, Vol. 5, Nº 3, Julio-diciembre

[1] Disponible en: https://digitallibrary.un.org

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