Vulneración de derechos por la crisis climática: Colonialismo energético y resistencias desde el Sur Global

Escrito por: Josefa Sánchez Contreras, activista socioambiental, investigadora zoque de Chimalapas, Oaxaca, miembro del Laboratorio de Investigación y Acción Territorial de la Universidad de Granada y coautora de «Colonialismo energético, Territorios de sacrificio para la transición energética corporativa en España, México, Noruega y el Sahara Occidental» Weje tsajiam yomadekay, pendekay, dex de angpÆntsame, kumkuyjo zoque […]

Escrito por: Josefa Sánchez Contreras, activista socioambiental, investigadora zoque de Chimalapas, Oaxaca, miembro del Laboratorio de Investigación y Acción Territorial de la Universidad de Granada y coautora de «Colonialismo energético, Territorios de sacrificio para la transición energética corporativa en España, México, Noruega y el Sahara Occidental»

Weje tsajiam yomadekay, pendekay, dex de angpÆntsame, kumkuyjo zoque tec an´ge Oaxaca, México. De minpa tum nax kumunjo bi nax de jejpaji nenti tum coyumi jemji en ankimodampa y en jemji intentampa dex ye´de kumkuyjo´on ju´en kotoytampa, pa´uy maexuke en ixtentaman moxan co moxan ipxan amintek.

Pertenezco al pueblo zoque de San Miguel Chimalapa, Oaxaca, México. Nací en un territorio comunal, soy de un pueblo que durante 500 años se ha negado a vender sus tierras. Somos de la tierra y por ella vivimos. En nuestra historia como pueblo zoque el territorio es muy importante.

Resulta pertinente partir desde mi lugar de enunciación, pues desde ahí asistimos y atravesamos la profunda crisis ecosocial que vive el mundo. Desde ahí constatamos que la emergencia climática la atravesamos de forma diferenciada por lo que en estas circunstancias resulta necesario preguntarnos ¿Por qué se vulneran los derechos humanos e indígenas en la medida que incrementa la emergencia climática? y ¿Quiénes son los más vulnerados? A continuación, presento tres puntos para reflexionar en torno a estas preguntas.

 

1. La destrucción de la Tierra está profundamente vinculada a las jerarquías raciales, de género y de clase que prevalecen a nivel global.

Tenemos que partir del hecho de que la responsabilidad en esta crisis es desigual, no es lo mismo el impacto que generamos los pueblos indígenas del Sur Global que una pequeña elite del Norte Global. Según datos del 2015 la mitad de las emisiones totales de dióxido de carbono (el principal de los Gases de Efecto Invernadero, GEI) fue responsabilidad de apenas 700 millones de personas, el 10% de la población más rica; mientras que la mitad de la población mundial que corresponde a 3. 500 millones generó el 10% de las emisiones de GEI (Riechman, 2021). Se trata de una cifra que no ha variado significativamente en el año 2024.

Considero que para entender está desigualdad contemporánea debemos remitirnos a los antecedentes históricos. Pongamos fecha y lugar, la colonización iniciada en el siglo XV e intensificada en el siglo XVI tuvo fuertes impactos en el clima. La gran debacle demográfica en el continente americano comenzada en 1492 provocó: epidemias, genocidios y guerras que eliminaron el 90 % de la población nativa del continente (se ha estimado que aproximadamente 55 de los 65 millones de indígenas que vivían en la región, murieron en la conquista y colonización). Ello generó el abandono de grandes extensiones de tierras e inevitablemente impactó en la absorción de carbono por parte de la vegetación natural que ocupó dichas tierras y redujo los niveles de CO2 atmosférico, lo cual pudo haber contribuido a una etapa muy fría del planeta denominada como Pequeña Edad de Hielo (Koch, A., et al.; 2019)

De ahí podríamos decir que el impacto de la actividad humana sobre la Tierra, denominado antropogénico, está profundamente vinculado a procesos históricos coloniales. El siglo XV inauguró una jerarquía racial que fue justificada por narrativas coloniales que a su vez argumentaron la extracción, el saqueo, la esclavitud y el empobrecimiento de las sociedades de América y África. Lo que se produjo de ahí en adelante fueron jerarquías espaciales marcadas racialmente (Radcliffe, 2023) orientadas por la acumulación del capital a través de la desposesión, de ahí en adelante esto fue leído como un problema de desarrollo y no como un problema de carácter racial, tal como lo estudio con claridad Cedric Robinson (1983) al acuñar el término de Capitalismo racial.

Para escudriñar más en los orígenes del colonialismo y su relación con las crisis ecosociales es preciso señalar que el racismo hunde sus raíces históricas en la expulsión de musulmanes y judíos de la Península Ibérica, y en las conquistas que le siguieron en otros continentes y regiones (Moreno y Wade, 2022). Una de las primeras expresiones racistas más evidente fue el debate que sostuvo Gines de Sepúlveda y fray Bartolomé de las Casas sobre sí los “indios” eran o no humanos. Para Ramón Grosfoguel este representa el primer debate racista conectado a una jerarquía de dominación, cuya noción de superioridad e inferioridad se basó sobre la línea de lo humano. De ahí en adelante las personas situadas arriba de la línea de lo humano serian reconocidas socialmente en su humanidad como seres humanos con subjetividad y con acceso a derechos humanos / ciudadanos / civiles / laborales. Mientras las personas por debajo de la línea de lo humano serian consideradas subhumanos o no humanos, es decir, su humanidad seria cuestionada, y, por tanto, negada (Grosfoguel, 2022). Fue este fenómeno de Conquista el que impulsó el surgimiento de una matriz relacional de categorías específicas de personas, codificadas por colores como blanco, negro, marrón, amarillo, pero también codificadas geográficamente como europeas, africanas e “indias”. Y con ello se generó una jerarquización espacial: Europa, África, América y Asia. (Moreno y Wade, 2022)

Al mismo tiempo que se forjaba una jerarquía racial, se inauguraba un proceso de acumulación del capital. Como lo recuerda J. Stoye citado por Héctor Díaz Polanco (2022) “en cada década de las transcurridas entre 1580 y 1630, fueron registrados en Sevilla, por lo menos 50 millones de pesos en barras de oro y plata importadas de Perú y México”. De tal forma que la extracción de grandes cantidades de minerales que hicieron posible la Revolución Industrial del siglo XVIII se escudaba bajo el derecho de conquista y de las leyes coloniales que emanaron de ese paradigma. Por lo que la primera industrialización de la sociedad inglesa se fundó sobre genocidios, esclavitud y saqueo.

El racismo ejercido contra las sociedades y comunidades nativas de América y África fueron muy necesarias para justificar el desarrollo y la industrialización de las sociedades del Norte Global. La fundación de las sociedades industriales del siglo XVIII inauguró la dependencia a los combustibles fósiles. La quema masiva de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo) permitió el desarrollo industrial que hoy domina el mundo. Se trata de energía acumulada durante millones de años, concentrada en la materia negra, casi abstracta, que ha permitido mantener el nivel de vida lleno de excesos de los países enriquecidos del Norte Global. Un ritmo desenfrenado que conlleva un agudo y sistemático expolio de los recursos naturales y humanos, principalmente de los países empobrecidos del Sur Global.

 

2. Colonialismo energético en el Sur Global

Como humanidad jerarquizada llegamos a un siglo XXI marcado por una profunda crisis energética, cuyos dos aspectos son realmente alarmantes: por un lado, la quema masiva de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo), la cual es responsable de las principales emisiones de CO2 que provocan el calentamiento del planeta. Por otro lado, hemos llegado al peak oil de los combustibles fósiles (Turiel, 2020; Kazimierski y Argento, 2021). Estos dos aspectos que son parte de un mismo fenómeno ineludiblemente nos sugieren la urgencia de reducir los gases de efecto invernadero.

Afortunadamente son cada vez más frecuentes los cuestionamientos y reclamos a los gobiernos y corporaciones por sus incumplimientos en detener las actividades económicas productoras de las altas emisiones de CO2. A la luz de ese escenario se está planteando la urgencia y necesidad de transitar de un régimen de fuentes fósiles a uno de fuentes renovables. No obstante, identificamos que la transición energética tal como se está promoviendo no apuesta por resolver el problema sino más bien agudiza las relaciones de dominación. Y es aquí donde quiero introducir como ejemplo el territorio al cual pertenezco.

El despliegue del corredor de parques eólicos más grande de América Latina se ejecuta en la región del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, México. Aquí viven los pueblos angpÆn (zoques), zapotecas, ikoots (huaves), chontales, chinantecos, mixes, entre otros. Pero es específicamente sobre los territorios zapotecas e ikoots donde se instalan las turbinas de viento. La avasallante infraestructura refiere a la instalación de 1, 564 turbinas distribuidos en 29 parques eólicos (GeoComunes en Sánchez, et al., 2023), los cuales abracan aproximadamente 31 mil hectáreas de tierras comunales, cuya capacidad total instalada es de 2,749 MW, según registros del 2022. Este territorio es un caso paradigmático en México, pues solo basta constatar que esta planicie sureña representa el 38% de la capacidad eólica instalada a nivel nacional (7,266 MW).[1] Es decir, se trata del mayor enclave de energía eólica en México.

La gran mayoría de esas empresas son de capital europeo (con sede en España, Francia o Italia). Las principales empresas son Acciona (6 parques y 596 MW), Electricidad de Francia EDF (4 parques y 391 MW), Iberdrola (5 parques y 277 MW) y Enel Green Power (3 parques y 246 MW). Su arribo a nuestros territorios desde el 2006 se ha dado de forma violenta, no han respetado los convenios internacionales en materia de derechos indígenas y han soslayado los órganos asamblearios de las tierras comunales.

Resulta alarmante cuando identificamos que una buena parte de la energía producida en este enclave de infraestructura eólica, detentada por capital transnacional, va dirigido a una cadena de corporaciones como Soriana, WalMart, Coca Cola – FEMSA, Chedraui, Grupo Bimbo y también a las industrias mineras y cementeras tales como CEMEX, Holcim, Grupo México y Minera Autlán (GeoComunes en Sánchez, et al., 2023), mientras para las poblaciones del istmo la energía no es tan asequible, podemos corroborarlo en las cifras del 2020: según datos del Censo de Población de Vivienda del INEGI para dicho año habían 4,520 viviendas sin acceso a la electricidad en los 46 municipios del istmo oaxaqueño, lo que equivale a 2.3 % del total de viviendas habitadas. Estos datos resultan contrastantes puesto que pone de manifiesto la profunda desigualdad sobre la que erigen las infraestructuras eólicas.

Esta serie de arbitrariedades es la que ha prevalecido en la instalación un tipo de infraestructura que discursivamente se erige como renovable y verde. Es justamente a la luz de la crisis energética y de la emergencia climática donde la transición a toda costa se vuelve un imperativo casi moral sobre todas aquellas críticas que señalan la inviabilidad de la modalidad en la que hasta ahora se despliegan los parques eólicos. Incluso el imperativo de salvar a la humanidad de la catástrofe climática y energética justifica la violencia ejercida contra los territorios de los pueblos indígenas.

Y es que como señalábamos en el primer punto, aquí es donde identificamos con mucha mayor claridad la vigencia del racismo y de la jerarquía racial que tipifica a la, donde los pueblos milenarios denominados indígenas siguen estando por debajo de la línea humana, por ello es común asistir a la impunidad que vela las violencias ejercidas contra sus formas de vida. En ese caso podemos denunciar que la transición energética de carácter corporativista es racista en tanto se justifica como una alternativa para librar una crisis que amenaza la vida humana en la tierra, pero que en los hechos violenta los derechos humanos de los pueblos. Esto que pareciera una paradoja en realidad no lo es, resulta más bien una lógica del funcionamiento del sistema capitalista, tal como lo hemos esbozado en el primer punto donde señalamos contundentemente que el origen del capitalismo se da a la par de un fenómeno racista, a ello le denominamos colonialismo energético.

Otro aspecto de esta lógica capitalista en la que se sigue erigiendo este colonialismo energético es que igual que en la inauguración de la Revolución Industrial del siglo XVIII en nuestro siglo XXI los sectores más ricos del Norte Global no se cuestionan seriamente sus niveles de consumo y sus formas de producción profundamente dependientes de una fuente energética que está acabando la habitabilidad humana sobre la Tierra. Por ello las supuestas alternativas que nacen desde los lugares dominados por las corporaciones y los Estados siguen erigidas sobre el incremento de genocidios y exterminios de pueblos y territorios enteros. Con ello queda de manifiesto que a la luz de las crisis los más vulnerados son los pueblos del Sur Global. La cuestión es que ni colonizando todo el planeta se alcanzará a abastecer la demanda de consumo energético capitalista, pues de lo que se trata no es de cambiar una aplicación tecnológica sino de replantear seriamente aquellas formas de producción y de vida que nos han traído a este escenario de múltiples crisis.

Pero, esta modalidad de destrucción no ha resultado avasallante, pues aún existen pueblos que resisten a los embates de las infraestructuras eólicas. En el sur del istmo de Tehuantepec colectividades zapotecas asociadas en la Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo en Defensa de la Tierra y el Territorio (APIIDTT) junto a otras organizaciones como una radio comunitaria llamada Radio Totopo y junto a la organización de larga trayectoria llamada Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (UCIZONI) y la Asamblea de Comuneros de Unión Hidalgo han celebrado asambleas, encuentros, manifestaciones y han puesto el cuerpo de múltiples maneras para detener la instalación del corredor de parques eólicos más grande de América Latina. Un aspecto para resaltar es que esta suma de colectividades ha activado la posibilidad de organización asamblearia en un municipio zapoteco dónde la cuestión agraria y las tierras comunales han sido sistemáticamente desmanteladas y con ello su órgano asambleario también ha sido suprimido, por ello resulta relevante y valioso la estrategia colectiva de reavivar entre las cenizas el fuego asambleario que ha sido pieza clave en la existencia de los pueblos indígenas.

En los territorios ikoots donde aún existen asambleas comunitarias han ejercido su derecho al territorio y han decidido que no quieren esa infraestructura eólica puesto que amenaza a sus lugares sagrados y a su base alimentaria. Aquí el sentir espiritual de la relación entre el pueblo ikoots con la laguna y con los sitios sagrados de su territorio ha sido el aspecto más importante en la lucha contra el colonialismo energético. Y es que este aspecto es difícil de traducir a un lenguaje capitalista cuyo motor es la mercantilización total de la naturaleza y la humanidad. Lo sacralidad del territorio, de la laguna y del viento se rebela como una bifurcación civilizatoria que apuesta por la vida humana y no humana. Este horizonte de vida trasciende la jerarquía racial sobre la que se erige el capitalismo y supera también la dicotomía entre humanidad y naturaleza.

Sin duda las defensas de los territorios indígenas no son menores en un mundo donde el 80% de la riqueza biodiversa se encuentra en los territorios históricos de los pueblos milenarios de culturas solares y vientos comunales. En ese sentido sus resistencias son en sí mismas una alternativa para sortear la catástrofe climática y energética. Se trata de pueblos que históricamente han atravesado colapsos y genocidios tal como lo fue el siglo XVI cuando se suscitó la debacle demográfica la cual implico la destrucción de mundos enteros. Pese a ello pueblos como el pueblo zoque, al cual pertenezco, siguen existiendo contra todo pronóstico. Ello se debe a múltiples estrategias que los pueblos han aplicado a lo largo de la historia para sostener la base material de su existencia.

Estos dos puntos responden a la pregunta de ¿Por qué en la medida que aumenta la emergencia climática se vulneran los derechos de los pueblos? Entonces, qué nos queda y cómo podemos atravesar estos desafíos de nuestro siglo XXI, para ello pasemos al tercer punto.

3. Globalizar las resistencias desde lo local a lo internacional

«Al principio creí que luchaba para salvar los árboles del caucho, después creí que luchaba por la selva amazónica. Ahora me doy cuenta de que lucho por la humanidad» resonaron en los años ochenta las palabras de Chico Mendes y más recientemente se escuchó en voz de Berta Cáceres «dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta» Ambas personalidades del ecologismo fueron asesinadas, pero dejaron vestigio de que hace tiempo los pueblos indígenas han advertido que la destrucción de la Tierra no es más que un atentado a la humanidad misma.

En el año 2021 una afirmación parecida anunció «La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad, no». Es una de las aseveraciones más contundentes del sexto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, IPCC por sus siglas en inglés (Turiel, et al, 2022). Se trata de un organismo mundial dependiente de la ONU que lleva funcionando desde 1990, cuyo sexto informe se terminó de publicar el 4 de abril de 2022.

Las tres afirmaciones antes citadas provienen de dos campos distintos el de las resistencias de los pueblos de América Latina y el de la comunidad científica del Norte Global. Es justamente el punto de intersección lo que me interesa poner de relieve para explorar posibilidades de articular las luchas desde la dimensión local hasta la dimensión internacional, con el objetivo de poner freno al tren del progreso que conduce a la catástrofe planetaria.

Al hilo de las descripciones de las defensas territoriales que ejercen los pueblos indígenas en el Sur Global cabe mencionar algunos puntos que nos sugieren intersecciones con los movimientos locales del Norte Global, de ellos refieren:

  • Redistribución energética. La necesaria redistribución energética no solo aplica para los territorios indígenas del sur del istmo oaxaqueño, sino también para los territorios periféricos del Norte Global, donde también hay precariedad energética y donde las poblaciones están insertas en una profunda desigualdad económica. En ese sentido de lo que se trata es de redistribución a las poblaciones más precarias y decrecimiento de los sectores económicos de mayor consumo como la industria armamentística y las economías bélicas.
  • Solidaridad antirracista. Es necesaria una solidaridad entre el Norte Global y el Sur Global que rompa con la jerarquía racial, para evitar asistencialismos y paternalismos que al finalizar el día reproducen más colonialismos. Ello pasa por entender que la destrucción de la Tierra ha sido fundada sobre discursos racistas, que legitiman los despojos de los pueblos indígenas, las violencias contra los pueblos negros y la explotación de la Tierra. Por tanto, una solidaridad antirracista se finca en la necesidad de impugnar las relaciones de dominación en su conjunto que atentan a la destrucción de nuestro hábitat en la Tierra.
  • Más que humanos. Entender que la vulneración de los derechos humanos y territoriales de los pueblos indígenas incrementa en la medida que las crisis ecosociales aumentan; por ello cuando las colectividades indígenas apelan a sus derechos están transcendiendo la jerarquía racial al poner en el centro sus derechos a existir como humanos en relación con sus territorios históricos, es decir apelan también a lo sagrado de la vida no humana, además de la necesidad de entender a la humanidad en relación con la Tierra, con los ríos, con las lagunas y con el viento. Este entendimiento es sumamente necesario en un mundo que ha sido escindido entre naturaleza y humanidad, cuyas repercusiones alcanzan incluso al movimiento ecologista del Norte Global, el cual aún sigue objetivando a la naturaleza.

Desde las minúsculas colectividades, cuyas luchas están bien localizadas y situadas, se vuelve relevante establecer vínculos en una dimensión internacional que como una red potencie cada defensa del territorio, cada defensa de una laguna, cada defensa de una especie, cada defensa de los derechos a la energía, cada defensa de un río, cada defensa de la vida más allá de lo humano. Partir desde nuestras diferencias frente a los monocultivos del pensamiento se vuelve imprescindible para ejercer políticas más plurales, pues de lo que se trata es de apostar por múltiples redes ya que, en cada río limpio, en cada territorio salvado acontece una victoria que nos muestra la poderosa capacidad de hacer posible la vida toda en esta la Tierra a la que pertenecemos.

Bibliografía

Díaz Polanco, H., (2022), El gran incendio. La rebelión de Tehuantepec, México, Fondo de Cultura Económica.

Grosfoguel, R., (2022), De la sociología de la descolonización al nuevo antiimperialismo decolonial. México, Akal.

Koch, A., Brierley, C., Maslin, M. M., Lewis, S. L. (2019), Earth system impacts of the European arrival and Great Dying in the Americans after 1492, Quaternary Science Reviews.

Kazimierski, M. y Argento, M. (2021). «Más allá del petróleo. En el umbral de la acumulación por desfosilización» Relaciones Internacionales, Vol. 30 (61), pp. 142.

Moreno Figueroa, M. y Wade, P., (2022) Against Racism: Organizing for Social Change in Latin America, Pittsburg, Pa: University of Pittsburg Press

Riechman, J., (2021), Informe a la subcomisión de cuaternario. Madrid, Árdora Ediciones.

Radcliffe, S. (2018). Geography and indigeneity II: Critical geographies of indigenous bodily politics. Progress in Human Geography. https://doi.org/10.1177/0309132517691631

Robinson, C. J., (2019), Marxismo negro. La formación de la tradición radical negra. Madrid, Traficantes de Sueños.

Sánchez Contreras, J., Matarán Ruiz, A., (2023), Colonialismo energético, Territorios de sacrificio para la transición energética corporativa en España, México, Noruega y el Sahara Occidental. España: Ed. Icaria

Turiel, A. (2020). Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar. Madrid: Editorial Alfabeto.

Turiel, A. y Bordera, J. (2022) El otoño de la civilización: Textos para una revolución inevitable. España, Escritos contextatarios.

[1]                 GeoComunes a partir del análisis de los datos de los permisos de la Comisión Reguladora de Energía (CRE) a nivel nacional en diciembre del 2021

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